Enigmas
El siglo veintiuno está mostrando su primera gran
marca en la historia de la humanidad: la globalización resultó tan inevitable
como fracasada.
No achicó las diferencias entre ricos y pobres. Las
agrandó.
Comienza a perfilarse un nuevo escenario en este ajedrez
mundial, donde los grandes protagonistas mueven sus piezas mientras se miran
con recelo.
El próximo viernes 20 habrá algo nuevo, pero nadie sabe
qué será.
La llegada de Donald Trump a la presidencia de la
nación más poderosa de la tierra es una incógnita total.
La
incertidumbre se convierte en temor.
Hay algunos indicios, pero nunca se sabe para dónde va
a salir el rubio buscapié.
Ha elegido como secretario de estado, el poderoso
cuarto lugar en la línea de sucesión, a Rex Tillerson, Presidente y CEO de la
petrolera ExxonMobil, empresa con millonarios contratos de exploración en
Rusia.
Quedó en el camino para ese puesto nada menos que
Rudolph Giuliani, el ex poderoso alcalde de New York.
Trump ya amenazó a Ford, General Motors y Toyota, empresas
con planes de llevar algunas de sus plantas de producción a México.
Les dijo que si se van les aplicará escandalosos
aranceles a la importación de sus vehículos a EE. UU.
¿El próximo enemigo es China?
Una guerra comercial entre los dos gigantes podría
dejar catastróficas secuelas en todo el mundo.
Colatteral damage (daños colaterales) de la
globalización.
El temor se
convierte en pánico.
Sigue con la promesa de construir el muro en la
frontera con México, para evitar que los ilegales, a los que él llamó asesinos
y narcotraficantes, dejen de entrar al país para quitarle el trabajo a los
estadounidenses.
Eso implica una contradicción obvia: si el muro trae
prosperidad a EE. UU. y pobreza y desocupación a México, habrá más mexicanos
queriendo entrar.
El muro costará una fortuna.
Los desesperados solo
tendrán que usar una escalera.
¿Hasta dónde llegará la mano dura? ¿Los agentes de
inmigración abrirán fuego contra los que intenten cruzar la frontera, como
hacían los comunistas con quienes cruzaban el muro de Berlín?
La política exterior de Trump se insinúa peligrosa.
El Secretario de defensa elegido, “El perro loco”
James Mattis es un general retirado de los Marines que sirvió en Irak y Afganistán.
Esa secretaría siempre la ocupó un civil.
Los militares solo quieren pelear y resolverlo todo
por la fuerza.
Los subterráneos y entrecruzados vericuetos de la
política internacional definirán la suerte de las fuerzas norteamericanas en el
mundo.
Y la suerte del mundo con las tropas americanas.
Parece inevitable una nueva guerra fría entre EE. UU., Rusia y China.
Siempre queda la esperanza de que el Congreso le ponga límites a tanto extravío.
Pero ya nada será igual. Tal vez sea peor.
Donald Trump ya se peleó con las automotrices, las
minorías, la prensa, México, China y buena parte del establishment americano… y
todavía no asumió.
Esta incertidumbre no se vivió nunca y la gente está
realmente muy asustada.
Una ilusión pequeñita y descabellada se asoma.
¿Por qué Donald Trump quiso ser presidente?
Nunca tuvo vocación política.
Para hacer negocios fabulosos no necesitaba llegar hasta la Casa
Blanca.
Solo parece ser una cuestión relativa a su patológica vanidad
y un capricho personal.
Sus prioridades podrían ser pintar de dorado el Salón
Oval de la Casa Blanca y sacar un billete de 20 dólares con su propia cara.
Ojalá.
Si es así, cuando se aburra se irá.
Santiago Daniele
periodista y abuelo.