Renovación
En 1987, cuando
el gobierno de Alfonsín comenzaba a languidecer, José Manuel de la Sota, el “Chupete”
Manzano y Carlos Grosso lanzaron “la renovación peronista”.
Caras nuevas para
refrescar un partido que debía sacudirse a sus impresentables.
Se encolumnaron
detrás de Antonio Cafiero, candidato presidencial. Sin embargo la interna, y luego
la general, la ganó Carlos Menem asociado a todos los capos del conurbano
bonaerense comandados por Eduardo Duhalde, su vicepresidente.
Menem dijo poco
después “la renovación soy yo”. Aquellos tres jóvenes dirigentes terminaron
siendo funcionarios del menemismo.
Después de la
experiencia microcefálica de la Alianza, volvió el peronismo en 2001, ahora
para hacer la renovación K, gracias al acuerdo de Néstor Kirchner con Eduardo
Duhalde, otra vez.
Del peronismo del
“Primer Mundo”, que proclamaba Menem, al “zurdaje” K, como lo llamó Mirtha Legrand. Por detrás,
“Los sospechosos de siempre”.
El peronismo
sigue exhibiendo una dudosa virtud: le hace creer a la gente que la necesaria y
refrescante alternativa al presente está dentro del mismo partido.
Hay que creerle a
Sergio Massa cuando dice que su propuesta es un espacio totalmente nuevo?
Sus antecedentes
como Jefe de Gabinete de Kristina son un detalle menor?
Puede el
peronismo ganar una elección presidencial sin el apoyo de “los Corleone” del Gran
Buenos Aires? Definitivamente, no.
Massa lo sabe.
Por eso, terminará aceptando a todo el que quiera saltar el alambrado, incluso
los impresentables, gobernadores, sindicalistas, mediáticos.
Es cierto que se
presenta como una opción por fuera, pero en realidad, apunta a vaciar el
partido tanto como pueda. Tan solo un cambio de camiseta.
Kristina, por su
parte, no renuncia a designar a su candidato sucesor y/o ser jefa de la
oposición de un eventual gobierno de otro color político.
El peronismo irá
dividido a la elección?
Se unirán al
final si la realidad los pone frente a una derrota segura en las urnas?
La premisa básica
de la construcción del poder es sumar voluntades y encolumnarlas, pero no a
cualquier precio. Entre eso y el “rejunte”, la línea es muy fina.
Las opciones
renovadoras en el peronismo se agotan en sí mismas, apenas uno ve quienes están
detrás de la cara nueva y prometedora.
Algún día
aprenderemos que lo barato sale caro, y que un voto vale más que un plan social
y un choripán.