Posverdades
La palabrita la “inventó” en 1992 Steve Tesich, un
dramaturgo serbio-estadounidense que escribía sobre el escándalo Watergate, la
guerra Irán-Contras y la Guerra del Golfo.
Frente a una realidad tan abrumadora, dijo, “queremos
vivir en un mundo de post verdad”.
“Post true”, la Post verdad o posverdad, entró luego en
el léxico político para referir una mirada distinta de ciertos hechos.
La clásica es un político quejándose del tratamiento
que le da la prensa.
Donald Trump lloró toda la campaña por lo que
consideraba un comportamiento “deshonesto” de los medios hacia él.
Ya como presidente, se enredó en una polémica chiquita
y estéril sobre la cantidad de gente que había asistido a su asunción.
Él decía que había sido un récord histórico.
Las fotografías aéreas lo ponían indiscutiblemente
detrás de Obama.
La subjefa de Prensa de Trump, Kellyanne Conway, en un
episodio que será histórico, dijo entonces que el presidente no mentía: solo
exponía una “realidad alternativa”.
¿Esa construcción retórica, esa “realidad alternativa”,
obedece a una convicción íntima o a la creencia de que la gente es tan estúpida
que absorbe cualquier “relato” mentiroso?
Debe haber un poco de cada cosa.
En el caso de Trump es ya una paranoia.
Las cosas solo pueden ser como YO creo que deben ser.
Si la realidad se desvía de ese rumbo, es legítimo
hacer lo que sea necesario para corregirla.
En última instancia, y si no queda otra, me acomodo yo
a lo que no puedo cambiar.
Así ha venido gobernando Trump.
Prometió el muro, criticó a la OTAN, prohibió el
ingreso de musulmanes, amenazó a China… y siguen las firmas.
En todos los casos la realidad lo obligó a darse
vuelta como viento de otoño.
El último acto fue el despido del director del FBI,
que investigaba la relación del espionaje ruso con altos jefes de su campaña
política.
Cuando los “Putin’s boys” filtraron los e-mails de Hillary,
Trump se subió a la ola crítica y le pidió a Moscú que siguiera investigando.
O sea: un candidato presidencial pidiéndole a una
potencia extranjera que hiciera una investigación interna en EE.UU.
Un disparate total.
Ahora que los agentes federales descubrieron que los
espías rusos también operaron aliados a sus propios ejecutivos de campaña… Trump
despidió al director del FBI.
Esta semana se supo que cuando recibió al ministro de relaciones
exteriores y al embajador rusos les reveló secretos de inteligencia hasta
entonces celosamente custodiados.
Él dijo que tenía la libertad de hacerlo. No importa
si para el país es bueno o malo.
Así de espasmódica y estrafalaria es la gestión Trump.
Sea por convicción o perversión, creerse la propia
mentira, tarde o temprano es una bomba que explota en las manos.
Su egocéntrica construcción intelectual lo saca de eje
todos los días por imperio de la realidad y de sus propias acciones. Nadie sabe
con qué va a salir mañana.
Desde el comienzo fue el presidente con peor imagen en
la historia de EE.UU.
Ganó porque sedujo a un electorado pobre e inculto de
los EE. UU. profundo; los de adentro; los que saben y sienten que el sueño
americano está muerto (para ellos, por lo menos).
Les prometió una “América grande otra vez”, pero nadie
sabía cómo lo iba a hacer.
Ahora parece que él tampoco sabe.
Antes de que asumiera me atreví a decir que no iba a
completar su mandato.
Lleva 4 meses en el poder y ya se habla de un Impeachment (juicio político) para
sacarlo del cargo.
Ya hay una página web promoviendo la iniciativa:
El diario Financial Times de Londres dijo esta mañana
que sus errores ponen en riesgo la continuidad institucional de EE.UU.
En otras palabras, debe ser destituido.
Segundos afuera.
La pelea ha comenzado.
Santiago Daniele
Periodista y
abuelo.