Friday, July 29, 2016

Billones

Billones


Terminó el show.
Las multitudes los aclamaron como a rock stars.
Las convenciones partidarias de republicanos y demócratas son mucho más que un acto formal y legal de consagración de un candidato a ocupar la Casa Blanca.
Son 4 días de una puesta impresionante con todo el cotillón tricolor.  
15 a 20 mil personas en grandes estadios con un escenario al que se suben políticos (los actuales, los anteriores y los que vienen desde abajo), artistas militantes, pastores, veteranos y familiares de los caídos en combate, con lágrimas legítimas y sentidas que otros quien traducir en votos.
Americanos blancos y negros, latinos, indígenas, musulmanes y amarillos. Que nadie quede afuera porque todo suma.
La batalla es ahora a sangre y fuego. Comienza la locura de actos, viajes, hoteles aviones, publicidad.
Una maquinaria aceitada e incansable trabaja día y noche hasta que llegue el momento de alcanzar la gloria o la frustración.
El aparato electoral de Hillary tiene 684 empleados pagos y miles de voluntarios. El de Trump solo 70 rentados más los voluntarios; pocos y desorganizados.
Quién paga todo eso?
Los presupuestos de campaña llegan a cifras difíciles de escribir.
Hasta abril pasado, fecha de presentación de los últimos balances, el gasto total de todos los candidatos que participaron en ambas internas superó los Mil Millones de dólares. (Si. Mil millones.).
Hillary lleva recaudadas donaciones por casi 700 millones de dólares.
Trump alcanzó solo los 70 millones, de los cuales 55 millones son un auto préstamo. Ahora que es candidato, espera que los empresarios le abran los grifos.
El record de recaudación por candidato en una sola elección lo tiene Barak Obama, con 1.027 millones de dólares en 2012.
La mitad de esa cifra provino de pequeñas cifras aportadas por los votantes a través de internet.
Los candidatos siempre agradecen a los humildes donantes que hicieron un enorme esfuerzo para entregar unos pocos dólares. Ahora no exageran. El bombardeo de correos electrónicos pidiendo dinero llega al hartazgo.
Las bases de datos cotizan en oro.
Uno de los grandes objetivos de la campaña de Hillary era obtener el apoyo expreso de Obama, pero sobre todo acceder a su impresionante lista de contactos electrónicos.
Las leyes sobre financiación de elecciones tienen tantas limitaciones como vericuetos para esquivarlas.
Los PAC (Comités de acción política) son grupos paralelos que se encargan de promocionar al candidato, pero también de las campañas sucias de descrédito de los adversarios, ya que no están sometidos a los rigurosos controles gubernamentales que tienen los partidos.
Ideal para obtener y canalizar “fondos oscuros”.
Con cada elección reaparece otra discusión: el uso de fondos públicos para las campañas, sobre todo del avión presidencial.
La ley es tan puntillosa que indica que, si durante un vuelo oficial el presidente tiene una reunión por temas partidarios a bordo del avión, esos minutos deben ser facturados al partido.
Todo “muy americano” para asegurar la mayor exposición posible para que el mensaje llegue.
Después dependerá del candidato si convence o no.
Forma y contenido. Frases rimbombantes que buscan capturar la atención periodística de los medios y los votantes.
Esta semana, el mismo día, casi a la misma hora, Hillary prometió continuar con el Obamacare, el seguro médico económico para los más pobres. Trump pidió a Rusia que haga espionaje sobre Hillary. 
Todo vale, pero algunos se van al pasto.

Santiago Daniele
Periodista y abuelo.

Thursday, July 21, 2016

Adolf

Adolf

Eran tiempos de sangre y dolor. La Segunda Guerra Mundial estaba en su punto más caliente.
EE. UU. supo muy a tiempo que Japón iba a atacar Hawaii. Habían decodificado los mensajes nipones con la máquina Púrpura.
Amontonaron en Pearl Harbour algunos barcos chatarra y se sentaron a esperar.
El “Tora Tora” que gritaban los pilotos kamikazes japoneses al atacar les estaba dando la excusa perfecta para entrar en la guerra.
Para EE. UU. más que una necesidad política era un imperativo económico.
La industria norteamericana, convenientemente reconvertida, viviría una explosión de producción y consumo.
Había un nuevo y gigantesco mercado.
Tanques en lugar de autos, balas en lugar de viviendas, armas, uniformes, alimentos, todo.
En esa época se decía que EE. UU. estaba gobernada por tres generales: General Eisenhower, General Electric y General Motors.
Si para lograr ese objetivo económico debían morir miles de compatriotas, mala suerte.
Setenta años después, todo sigue igual.
El Presidente de EE UU es el hombre más poderoso del mundo.
Puede hacer lo que quiera… siempre que quiera lo que quieren los dueños de la plata.
La comprobación más patética de este principio político-económico fue el impresentable George Bush, payasezca figura decorativa que se entretenía jugando a ser presidente mientras Dick Cheney y Donald Rumsfeld (vicepresidente y Ministro de Defensa) inventaban la guerra con Irak para quedarse con el petróleo.
Ahora el mundo observa con sorpresa cómo otro bufón con dinero es ungido candidato a presidente de EE UU por el partido republicano.
Los enigmas se multiplican.
Puede ganar Donald Trump?
Qué va a hacer si gana?
Qué margen de acción le darán los verdaderos dueños del poder?
No tiene experiencia política ni estructura partidaria propia; el partido republicano lo consagró, pero muchos esperan que se caiga solito.
No tiene equipos. Su colaborador más cercano es su peluquero.
Su visión de la geopolítica se reduce a la aritmética empresaria basada en postulados bastante elementales: el pueblo americano sufre porque los chinos lo hacen todo más barato.
Sobre ese principio tan simplista, desplegó un discurso totalmente opuesto a los ideales más sagrados del partido republicano: la libertad de mercado, la competencia, oportunidades para todos y el triunfo de los mejores.
Eso era “El sueño americano”.
Ahora Trump dice que el sueño está muerto.
Cómo llegó a conquistar esta candidatura?
Enarbola un mensaje xenófobo, racista, sexista y superficial.
Buena parte del pueblo americano pensante adhiere a él solo porque no les gusta Hillary. No la creen capaz. Ven en ella, la continuidad de lo que consideran debilidades de Obama.
La receta de Trump es tan primaria que resulta fascinante para muchos.
“Hagamos América grande otra vez”, es su lema de campaña.
Cerramos la economía a los chinos; expulsamos a los musulmanes, deportamos a los mejicanos y todos felices.
Las culpas están afuera.
Es una tendencia natural y recurrente cargar las culpas en el otro.
A mediados de los años 30, un delirante y extraviado ex combatiente de la Primera Guerra Mundial comenzó con el mismo argumento de males propios y culpas ajenas.
También prometió recuperar la grandeza perdida.
Conquistó a las angustiadas mayorías y le dieron poder.
Cuando vieron lo que habían hecho ya era demasiado tarde.
Se llamaba Adolf Hitler.


Santiago Daniele 
Periodista y abuelo.