Napoleona
La Catedral de Notre Dame, en París, estaba repleta. No había bombos,
ni carteles, ni olor a choripán que viniera de afuera, pero se estaba por
consumar uno de los hitos más importantes de la historia.
El Papa Pio VII iba a coronar a Napoleón Bonaparte
como Emperador de Francia y de lo que luego pretendería ser el Gran Imperio
Europeo, a los pies del pequeño general.
En el momento en que el Papa le acercaba la corona a
su cabeza, Napoleón la tomó con sus propias manos, y se la puso él mismo.
Se “autocoronó” Emperador.
Era una forma de decir que él era más importante que
el Papa.
Es probable que la historia no registre otra ofensa
tan insólita a un Pontífice…hasta la carta de ayer de la Presidente de la Nación
al Papa Francisco.
La Celebración del Día del Pontífice se convirtió en
un escenario virtual de otro disparate K.
La carta es una “no carta” que cuenta de la manera más
irrespetuosa, chabacana, e insolente la historieta de un paso de comedia entre
la Presidente y sus colaboradores.
Pero lo peor es el “ninguneo” al que es sometido Francisco.
Dice que no quiso enviar una nota protocolar, pero
la cierra escribiendo “con respecto y consideración”, una frase protocolar y
hueca, ya que el texto no tiene ni “consideración” ni “respeto”.
La carta es otra muestra de megalomanía de
Cristina, alimentada por sus aduladores incondicionales y salvajes que sólo agitan
matracas.
La prudencia, la tolerancia y el respeto por el otro
son valores básicos en toda conducta social.
La Presidente parece sentirse por encima del común de
los mortales.
Así pensaba Napoleón, quien después de ser
proclamado Emperador, hizo algo interesante para aumentar su poder: reformó la Constitución.