Anarquistas
En enero pasado,
cuando llegó mi hijo de vacaciones, anuncié que por 30 días “no le paraba bolas
a nadie” como dicen los colombianos.
Pasaron 6 meses.
No porque me haya atacado el virus Susana (“vuelvo después del Mundial”), sino
porque quería tomar distancia de los vaivenes diarios de la Argentina.
Anoche, mientras
veía la eterna discusión sobre si fue penal o no el rodillazo del arquero alemán
a Higuaín, en otra pantalla veía los disturbios en el Obelisco.
Era el lugar de
los festejos, así que la televisión tenía todo cubierto y eso permitió ver los desmanes
en vivo y en detalle.
Un flash lejano recorrió
mi mente. La comparación me resultó inevitable.
En Nov. de 2003
el olvidable presidente George Bush clausuró la cumbre que pretendía formar el
ALCA, zona de libre comercio de la Américas.
Más de 50 mil
manifestantes antiglobalización llegaron a Miami. Entre ellos algunos cientos
de violentos.
Igual que
anoche.
La policía de
Miami formó frente al hotel un cordón muy compacto protegidos por escudos y
comenzaron a avanzar lentamente hacia los revoltosos, que seguían arrojándoles
piedras y ladrillos.
Atacaban pero retrocedían
ante el avance policial.
Desde las calles
laterales otros policías los iban capturando y deteniendo.
Cuando se les terminó
a la calle, los violentos se encontraban lejos del hotel, contra el río,
diezmados y acorralados.
Los detuvieron a
todos. Sin perdigones de goma, sin gases ni bastonazos.
Anoche la Policía Federal era una muestra insólita de desconcierto y falta de planificación.
O de decisión política
de no actuar.
La Policía
metropolitana de Macri llegó dos horas después.
Hoy, por supuesto, nación y ciudad se culpan
mutuamente.
Tantos años de abuso indiscriminado de represión y violación
de derechos han movido el péndulo hacia el otro extremo.
Ahora, de tanto respetar los derechos individuales,
se desprotegen derechos colectivos.
Además, enseguida aparecen los abogados “garantistas”
argumentando violaciones a los derechos humanos, brutalidad policial, etc.
No se trata de pedir palos y mano dura indiscriminada,
pero los violentos del Obelisco no protestaban por nada ni contra nadie. Fue
violencia por la violencia misma.
Lo de anoche fue una muestra clara de un estado
ausente, que ha renunciado por incapacidad o especulaciones políticas a un
deber fundamental: garantizar la seguridad pública de todos los ciudadanos.
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