Friday, March 13, 2015

Réquiem

Réquiem

Papá estaba yendo a Buenos Aires, o volviendo, mientras hilvanaba sueños al volante de su camión.
Mamá tejía con paciencia y amor.
Yo hacía mis tareas de la escuela, mientras mi hermanito, escondido debajo de la mesa, intentaba cortarse el cabello solito, porque había escuchado decir a mamá que iba a llevarlo a la peluquería.
Todos cerca de la estufa mientras se escuchaba una sola vos: la radio, ubicada sobre una repisa en un rincón del comedor.
Cuando no existía la televisión, el mundo exterior entraba en los hogares a través de la radio.
Quince minutos antes de las 9 de la noche, la vos aterciopelada de Jaime Font Saravia anunciaba el comienzo de El Glostora Tango Club
A las 9 en punto sonaba el teléfono en la casa de Los Pérez García.
Era la época de las grandes cadenas nacionales, que partían desde Radio El Mundo, Belgrano o Splendid, de Buenos Aires.
Durante el día, la radio era local.
En Córdoba, por esos años, había solo tres auténticos ídolos populares. Verdaderos superstar: Norma Landi, Jaime Kloner y el Cuarteto Leo.
Dos de ellos estaban en LV2.
El León de Francia, El Hormiga Negra o El Negro que habló con Dios. Las siestas no eran siestas sin la novela de Jaime Kloner.
Los sábados, exactamente a las 12, Alberto Gerlach y Elda Priotti anunciaban: Aquí está Leo…Rey de los cuartetos.
Yo crecí escuchando LV2, líder absoluta de audiencia durante varias décadas.
En LV2 inicié y desarrollé buena parte de mi carrera.
Por eso me conmovió tanto enterarme que hace tiempo dejó de transmitir y que incluso se ha rematado su edificio.
Voces queridas resuenan en pasillos oscuros y abandonados.
Víctor Brizuela se hizo parte de la historia de Córdoba desde LV2.
José Ayi, cuando dejó de transmitir carreras de autos, inventó Hola Domingo.
84% de audiencia y anunciantes en lista de espera.
Y si me disculpan la inmodestia, también me apunto en esa lista.
En 1986 debutamos con Aire Libre, el programa que también dejó una huella porque inauguró una nueva forma de hacer periodismo en radio.
Los escuché desde adentro, y de ellos aprendí a separar lo bueno de lo malo. Como colega y como oyente.
Tanto talento, no obstante, no pudo impedir que los ineptos que la conducían la hundieran en las aguas más profundas.
Ese Titanic del aire, hoy yace en el fondo del mar de la incapacidad, la indolencia y los caprichos.
El necio y el soberbio. El tacaño y el loquito. El paracaidista y el ridículo. Todos desfilaron por la Dirección de la radio y se sentaron en un sillón que les quedaba grande.
El Negro Brizuela contó una tarde un cuentito que quedó resonando durante mucho tiempo.
Decía que a una señora bien, un día se le rompió la radio y le dijo al marido: “mañana, cuando vayas al centro, comprame una radio”. El marido vino al otro día y le compró LV2.
No había proyecto, ni conocimiento, ni gestión.
La radio era sólo un negocio, una fuente de poder o una forma de aprovechar beneficios impositivos.
El paraguayo Roberto Ortiz, gran locutor y mejor persona, que fue capaz de inventar un éxito increíble a las 5 de la mañana, tuvo una expresión que hoy cobra valor de profecía:
“LV2 tiene un estigma. Nunca estuvo manejada por gente que supiera de radio”
Así terminó.

SD


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