Réquiem
Papá estaba
yendo a Buenos Aires, o volviendo, mientras hilvanaba sueños al volante de su camión.
Mamá tejía
con paciencia y amor.
Yo hacía
mis tareas de la escuela, mientras mi hermanito, escondido debajo de la mesa, intentaba
cortarse el cabello solito, porque había escuchado decir a mamá que iba a
llevarlo a la peluquería.
Todos cerca
de la estufa mientras se escuchaba una sola vos: la radio, ubicada sobre una repisa
en un rincón del comedor.
Cuando no existía
la televisión, el mundo exterior entraba en los hogares a través de la radio.
Quince
minutos antes de las 9 de la noche, la vos aterciopelada de Jaime Font Saravia
anunciaba el comienzo de El Glostora
Tango Club.
A las 9 en punto sonaba el teléfono en la casa de Los Pérez García.
A las 9 en punto sonaba el teléfono en la casa de Los Pérez García.
Era la época
de las grandes cadenas nacionales, que partían desde Radio El Mundo, Belgrano o
Splendid, de Buenos Aires.
Durante el día,
la radio era local.
En Córdoba,
por esos años, había solo tres auténticos ídolos populares. Verdaderos
superstar: Norma Landi, Jaime Kloner y el Cuarteto Leo.
Dos de
ellos estaban en LV2.
El León de Francia, El Hormiga
Negra o El Negro que habló con Dios.
Las siestas no eran siestas sin la novela de Jaime Kloner.
Los sábados,
exactamente a las 12, Alberto Gerlach y Elda Priotti anunciaban: Aquí está Leo…Rey de los cuartetos.
Yo crecí
escuchando LV2, líder absoluta de audiencia durante varias décadas.
En LV2
inicié y desarrollé buena parte de mi carrera.
Por eso me conmovió
tanto enterarme que hace tiempo dejó de transmitir y que incluso se ha rematado
su edificio.
Voces
queridas resuenan en pasillos oscuros y abandonados.
Víctor
Brizuela se hizo parte de la historia de Córdoba desde LV2.
José Ayi,
cuando dejó de transmitir carreras de autos, inventó Hola Domingo.
84% de
audiencia y anunciantes en lista de espera.
Y si me
disculpan la inmodestia, también me apunto en esa lista.
En 1986
debutamos con Aire Libre, el programa que también dejó una huella porque
inauguró una nueva forma de hacer periodismo en radio.
Los escuché
desde adentro, y de ellos aprendí a separar lo bueno de lo malo. Como colega y
como oyente.
Tanto
talento, no obstante, no pudo impedir que los ineptos que la conducían la
hundieran en las aguas más profundas.
Ese Titanic
del aire, hoy yace en el fondo del mar de la incapacidad, la indolencia y los
caprichos.
El necio y
el soberbio. El tacaño y el loquito. El paracaidista y el ridículo. Todos
desfilaron por la Dirección de la radio y se sentaron en un sillón que les
quedaba grande.
El Negro
Brizuela contó una tarde un cuentito que quedó resonando durante mucho tiempo.
Decía que a
una señora bien, un día se le rompió la radio y le dijo al marido: “mañana,
cuando vayas al centro, comprame una radio”. El marido vino al otro día y le
compró LV2.
No había proyecto,
ni conocimiento, ni gestión.
La radio
era sólo un negocio, una fuente de poder o una forma de aprovechar beneficios
impositivos.
El
paraguayo Roberto Ortiz, gran locutor y mejor persona, que fue capaz de
inventar un éxito increíble a las 5 de la mañana, tuvo una expresión que hoy
cobra valor de profecía:
“LV2 tiene
un estigma. Nunca estuvo manejada por gente que supiera de radio”
Así
terminó.
SD
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