Divas
Barak Obama se perfilaba como vencedor en la carrera
presidencial marcando el regreso de los demócratas a la Casa Blanca.
Su contrincante republicano necesitaba integrar a su fórmula
alguien que representara a los sectores más moderados, más jóvenes y sobre
todo, que fuera mujer.
Encontraron a una ignota gobernadora en Alaska.
Así fue como un día apareció Sarah Palin.
Joven, bonita, carismática, conectó rápido con la
gente.
Intelectualmente era básica. Demasiado básica, pero
aportaba votos.
Igual no alcanzó, y Obama se convirtió en el primer
presidente negro de EE UU.
Sarah Palin había probado el sabor de la popularidad y
se embriagó rápido.
Renunció a la gobernación de Alaska y se instaló en
Nueva York para iniciar una nueva etapa en su carrera política.
Quería ser senadora.
El globo se desinfló rápido.
Terminó conduciendo un programa de televisión en la
cadena Fox News.
Kristina ha dicho que no va a ocupar ningún cargo.
Cuesta imaginársela eligiendo el silencio, el ostracismo
y el frío.
Su destino puede ser más parecido a Mirtha Legrand que
a Bachelet.
Mirtha y Kristina se parecen bastante en algunas cosas
y en otras son diametralmente opuestas.
A las dos les encanta el discurso autorreferencial.
(“Como yo digo siempre…”)
Ambas son viudas que mitifican a sus difuntos esposos,
aunque por distintos motivos.
El nieto de Mirtha casi nunca habla en público.
El hijo de Kristina
tampoco.
A las dos les encanta la televisión, y un ejército de
maquilladoras peinadores y vestuaristas las rodean antes de que se encienda la cámara.
Una luce ropa, zapatos y joyas prestados.
La otra usa las que ella compra y pagan todos los
argentinos.
Una tiene cada vez más clase.
La otra está cada vez más vulgar.
Una es la diva de los almuerzos.
La otra es la diva de las cadenas.
Solo una seguirá después del 10 de diciembre.
Dios existe.Santiago Daniele
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