Tuesday, September 29, 2015

Brisas

Brisas

Los huracanes, siendo “masculino” tenían nombres de mujer.Hace muchos años aprendí que antes de ser huracanes, estos fenómenos atmosféricos son calificados como Tormenta Tropical (femenino) y en ese momento le eligen un nombre.

Las feministas protestaron y desde hace una década más o menos, también tienen nombres de varón.

A pesar de ello, no deja de sorprender la conmoción que provocó en EE UU el paso del huracán Francisco.

Qué tiene este hombre que 1.200 millones de católicos fueron a buscar “al fin del mundo” según sus palabras, que repleta el alma de los justos y los otros, de los sensibles y los duros por igual?

Verlo por televisión es una cosa.

En vivo es otra muy distinta.

Todos quieren tocarlo, abrazarlo, besarlo, darle gracias.

El papa no puede sacarse una selfie con cada católico, pero él muestra que estaría dispuesto.

Llega con facilidad a tocar las fibras más íntimas.

Habló en el Congreso de EE UU y conmovió hasta las lágrimas a más de uno, incluso al presidente de la cámara baja que al día siguiente renunció.

Dejó un mensaje muy claro en las Naciones Unidas y en cada discurso que pronunció.

Para los medios informativos la semana pasada solo hubo tres temas: El Papa Francisco, Donald Trump y el Fitito en el que se movía Bergoglio.

Los no católicos, que al principio estaban fastidiados porque les alteraba la vida cotidiana, sucumbieron ante su ilustre y sencilla presencia.

Voz suave, sonrisa franca, mensaje claro, humildad practicada, no declamada.

Más de medio millón de personas el sábado en el festival.

Más de un millón en la misa de clausura del domingo.

UN MILLON. Se dice fácil, pero hay que juntarlos.

Gente que llegaba al predio antes de las 8 de la mañana para verlo pasar 12 horas después a 10 metros de distancia que parecían milímetros.

A esa altura, si lo podías abrazar o no, ya era complementario. Había en el predio tanta energía positiva, tanta buena onda, tan clara presencia del Espíritu Santo, que el resultado era toda ganancia y uno solo podía dar gracias a Dios por poder estar allí.

Filadelfia parecía una ciudad sitiada. Calles cerradas, puentes clausurados con camiones de recolección de basura, veredas cruzadas con barricadas de cemento, policías, patrullas de carreteras, agentes encubiertos, el FBI, la Prefectura, perros buscadores de explosivos, detectores de metales, helicópteros.

Ex agentes de seguridad dijeron que jamás hubo un operativo semejante. Ni para Obama.

Convocaron incluso a la Guardia Nacional, una fuerza combinada que solo sale en casos de catástrofe. Había soldados del ejército participando del operativo coordinado por el Servicio Secreto.

Los hombres de traje negro fueron inflexibles esta vez. El Papa no se baja del vehículo. Negociaron tan solo acercarle algunos bebés para que los besara.

Pese a todo, uno sentía que lo tenía a Francisco al alcance de la mano.

Volvimos felices.Por la experiencia y la esperanza.

Francisco no fue un huracán.Es una brisa de aire fresco para los tiempos que vienen.

Santiago Daniele
Periodista y abuelo.

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