Sunday, September 13, 2015

Silvio

Silvio

El hartazgo y la decepción de la gente con la dirigencia política pueden alcanzar niveles impensables y expresarse de formas extrañas.
Allá por los 90, en plena campaña electoral, a un grupo de jóvenes se les ocurrió promover la candidatura del mono Silvio, el legendario habitante del zoológico de Córdoba.
Hacían campaña repartiendo votos truchos en la esquina de la Legislatura, frente a los atildados legisladores que elegantemente enfundados en sus trajes Christian Dior, iban y venían a ninguna parte, llevando papeles inservibles.
Los votos obtenidos por el mono Silvio nunca se contaron, pero posiblemente le  hubieran alcanzado para ser concejal.
Era una muestra de repudio, un cachetazo, un insulto a los políticos tradicionales, o  a la forma tradicional de hacer política, que es lo mismo.
Más de 20 años después, la historia se repite, no con un chimpancé, sino con un “outsider” de la política partidaria; dicho en criollo “con uno que no es del palo”.
No lo conozco a Tomás Méndez. Nunca pude ver sus programas. Tan solo tengo un recuerdo fugaz de una guerra de sifonazos en sus comienzos televisivos.
Sé, por referencias de colegas, que se ganó un espacio en los medios en base a denuncias de corrupción.
Supe que denunció a un ministro/legislador de colgar los ganchos para no pagar la energía eléctrica en su casa; que éste lo llevó a la justicia, y que al final desistió porque el escándalo iba a ser mayor.
El hecho de que un periodista asuma por acciones propias y voluntad de la gente la función de “fiscal popular” es indicativo de la saturación, del desprecio, del repudio a los dirigentes políticos.
Un periodista, solo, sin estructura partidaria, sin trayectoria en la función pública,  sin recursos, pulverizó a dirigentes que hace más de 20 años vienen recitando el libreto hipócrita del bienestar de la gente como su propio mandato de conciencia (y su fuente de ingresos).
Es como si yo mañana tomara una raqueta y derrotara Roger Federer 6-0,6-0,6-0.
Qué saldrán a decir mañana? Qué justificativo inventarán?
Fingirán actos de “mea culpa”, dirán “tenemos que cambiar” y otras frases vacías que en el fondo significarán “desensillar hasta que aclare”, esperar “que pase la tormenta” y seguir atornillados a la silla.
Cualquier ser humano con una cuota  mínima de dignidad, tiene que renunciar e irse a su casa, avergonzado, humillado, ofendido en su condición de persona que ha sufrido el más categórico repudio.
Los ínfimos votos obtenidos son la medida exacta que tiene la gente de su función y su persona.
Nada de eso va a suceder.
En el diccionario de la política argentina la palabra vergüenza tiene solo una sola acepción: “vergüenza ajena”.
La que siente la gente por sus dirigentes.

Santiago Daniele
Periodista y abuelo.


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