Wednesday, July 24, 2013

Gorilas

Gorilas
Cuando yo era pequeño, y mi hermano aún más pequeño, mi madre derretía azúcar en un jarrito de aluminio y lo vertía en un pequeño agujero en la tierra húmeda. Les ponía un palito y los dejaba enfriar.
Después los lavaba cuidadosamente bajo el chorro de agua exuberante de la canilla de la cocina, y nos los entregaba con una sonrisa llena de amor.
Esos eran nuestros chupetines, porque no teníamos una moneda para ir a comprarlos en el bar de la esquina.
Por esos años, mi padre tenía un pequeño camión con el que viajaba de Luque a Córdoba, por camino de tierra. Cargaba en Córdoba, viajaba a Buenos Aires, descargaba, cargaba, vuelta a Córdoba, descargaba, y otra vez a Luque.
Tres días completos, casi sin dormir.
Los hermanos Fichetti, también de Luque, tenían un camión más moderno, pero acomodaban sus viajes con mi padre, para ir relevándolo por algunas horas, para que pudiera dormir.
Tres choferes para dos camiones, porque mi padre no podía pagar un chofer acompañante.
Yo no necesito que nadie me explique lo que es la pobreza.
Nací pobre, pero cuando terminamos la primaria, en mi casa no se debatió si seguíamos o no estudiando. Mi madre fue directamente y nos inscribió en el secundario. Después vino el tiempo de la universidad.
Sin embargo, mi madre nunca se juntó con las vecinas para llamar a las cámaras de televisión y pedir “que venga el intendente, que nos traiga colchones, frazadas, pañales”, etc. etc.
Tampoco fue a la escuela a tirarle el cabello a la maestra si nuestras notas no eran buenas.
Mi padre nunca integró un piquete para cortar calles en demanda de planes sociales.
Todo fue trabajo y esfuerzo.
Recuerdos lejanos de una actitud frente a la vida que se ha perdido en el fondo de los tiempos.
El peronismo le trajo a la clase trabajadora la merecida justicia social.
Por eso entró en la historia y nadie se lo quita, pero en el camino fue dejando que mucha gente se olvide de que en la vida nada se consigue sin sacrificio.
Desde que Duhalde inventó los planes “Descansar”, en la Argentina se inició un festival de papelitos cuyas consecuencias nadie quiere mencionar.
No se sabe con exactitud la cantidad de planes sociales que existen hoy en el país, pero las estimaciones van de tres a cuatro millones.
Quedémosnos con la cifra más chica.
Son tres millones de hogares que viven del Estado hace más de diez años.
A tres hijos de promedio por familia, cortando bajo, significa que hay 9 millones de niños y jóvenes que crecieron viendo que sus padres no trabajan, y que se puede vivir igual.
Tan solo hay que ir a las marchas, pegarle al bombo, y cada dos años votar para que sigan los mismos.
Se dijo:
·         * Que los beneficiarios de los planes iban a tener que hacer tareas comunitarias. Mentira. Nadie jamás los llamó.
·         * Que los planes eran temporarios, hasta que la gente volviera a tener trabajo. Muéstrenme uno que haya ido al decirle al gobierno “no me paguen más el plan, porque ya tengo trabajo”
·         * Que la gente quiere un trabajo digno, que el trabajo enaltece al hombre y otras verdades antropológicas semejantes. Solo teoría. La realidad que es los cortes de ruta empezaron para defender la fuente de trabajo. Hoy se hacen cortes directamente para pedir planes sociales. Así. Sin anestesia y sin que nadie se ponga colorado.
La asistencia social es una virtud.
El asistencialismo es la degeneración de esa virtud, que les hace la vida más liviana a algunos de abajo y más promisoria a los dirigentes.
Todos los políticos quieren planes sociales para repartir, porque generan la dependencia electoral más hipócrita y perversa.
Pero eso algún día debe terminar.
La pregunta es muy simple:
Cómo se inserta o se reinserta a toda esa gente en el sistema productivo?
Más claro. Quien los convence de que en la vida hay que trabajar para vivir?
La respuesta es mucho más complicada.
De eso no se habla. Es una realidad que nadie asume (menos si estamos en campaña), porque del otro lado no faltará el demagogo que quiera llevar agua para su molino, teñido de sensibilidad social, profiriendo epítetos como “gorila” “oligarca” “vendepatria” “facho” “nazi” y otros similares con los cuales se pretende definir despectivamente al sector de los  llamados “privilegiados”.

Puede que tengan razón. La mayoría de ellos no tienen el privilegio de saber qué gusto tiene el azúcar quemada fraguada en la tierra húmeda. 

4 comments:

  1. Si, Santiago es exactamente así, como tu dices, pero esto hoy los chicos (y lo no tan chicos) no lo comprenden porque le han hecho creer "que todos debemos aportar para ellos". YO también (como muchos otros en aquella época) viví una vida similar a tu relato. Cuando tenia 15 años, entraba trabajar a las 7 AM, en la Fca. de vidrio Rigolleau en Berazategui (Bs. As.), regresaba a casa a las 2 PM...almorzaba, dormía una siestita, después me levantaba a estudiar ya que a las 6 PM iba en bicicleta (20 cuadras - con lluvia, frio o calor) a la Escuela Industrial (CONET nro. 69 - en Quilmes)regresando a las 10 PM, comer algo e ir a la cama, ya que había que levantarse a antes de las 6 AM, para la rutina de todos los días. Un abrazo Juan F. Dutka

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  2. Gracias Juan por tu mensaje. Un saludo cordial.

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  3. El claro reflejo de que ha poco todo se va perdiendo. Hasta los valores.

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  4. Yo también tengo mi historia resumida:

    Me crié en Gral Cabrera, un pueblito de calles de tierra, hoy pequeña ciudad de calles asfaltadas de la pcia. Cba. Desde aquí le dediqué un poema que me lo publicaron en un libro “90 Años de Historia de Gral. Cabrera”.
    De chico mamá hacía helados de sambayón solamente cuando caían pedreadas de hilo en las tormentas de verano. Era un lujo. Viviendo en Córdoba trabajaba en DINFIA como químico, e iba a la universidad de noche. Los dias que no tenía clase en la universidad, tomaba clases de inglés en el Instituto Norteamericano (ICANA), donde me gané una beca a EEUU por notas sobresalientes. Pero no la pude aprovechar por no tener lugar para químicos. Indignado, consulté con un profe de la universidad, quien me aconsejó emigrar a EEUU con mejor futuro en mi profesión. Estando como químico de la Coca Cola en Posadas, Misiones, me salió la oportunidad de venir a USA, lo cual hice. Aquí continué mis esfuerzos yendo a la universidad de noche, mientras trabajaba en dos lugares de día. Me gradué como Químico y Administrador de Empresas. Mi título me ayudó a encontrar un trabajo donde ejercité ambos títulos. Me jubilé con el título de Científico en Substancias Peligrosas o Tóxicas. Ahora hago lo que siempre me gustó : Escribir. Ya estoy trabajando en mi segundo libro

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